Prefacio
Prefacio
La Cultura como guía para el desarrollo económico y la cohesión social.
El desafío que los tiempos actuales nos proponen, son por un lado de qué manera se incentivarán producciones locales para el desarrollo económico y por otro, de qué manera la cultura, y en particular la industria cultural y creativa supone ser una herramienta de inclusión y apertura a la incorporación de jóvenes en proyectos de desarrollo de tipo sustentable.
En este sentido las estrategia y construcción de actores locales es fundamental en la búsqueda de una construcción y revalorización cultural, para la multiplicación de sus alcances y frutos. No obstante esto no puede ser pensado sin su arista fundamental que es la de intervención social, que involucra como actor privilegiado a la comunidad local.
Por ello , los mercados tanto nacionales como regionales deben verse provistos de políticas que incentiven su desarrollo econonómico pero acompañadas por industrias culturales que puedan aún mas favorecer esos cambios, teniendo en cuenta América Latina en plano amplio, luego Argentina, y por último/primero el territorio específico.
A continuaciòn se detalla un procedimento articulado para la identificación del potencial endogeno , la selecciòn de los recursos locales con posibilidades de desarrollo econòmico y de inclusión social.
Cultura, creatividad y competitividad.
El desarrollo económico es siempre más desarrollo competitivo entre territorios y la cultura (en el sentido más amplio del término de economía del conocimiento y de industria creativa), se está demostrando como uno de los más poderosos agentes de atracción de los factores productivos finalizados al crecimiento no sólo económico sino, sobre todo, social de las comunidades. En el ámbito de tal competencia existe una objetiva convergencia de interés al desarrollo local entre todos los sujetos, públicos y privados, que insisten en el territorio.
Los Poderes Locales de la Ciudades, en particular, pueden jugar un rol fundamental en este proceso a condición de que logren interpretar de manera innovadora su rol, pasando de un objetivo de buena y sana administración al de principal agente del desarrollo local. Tal proceso puede ser activado, de hecho, si la Administración Comunal, en coordinación con los distintos niveles institucionales sobre-ordenados, se pone en una perspectiva de largo plazo y emprende un recorrido de planificación estratégica del desarrollo local.
Tal proceso, en efecto, además de los Poderes Locales, puede y tiene que afectar a una pluralidad de sujetos privados que cuidan al desarrollo local sea bajo el perfil económico sea bajo el social: las Asociaciones de representación de las Empresas, el sistema bancario, las Instituciones, las Organizaciones no-profit; a todos estos cuerpos intermedios se agregan, obviamente, los Ciudadanos.
Una visión estratégica del desarrollo centrada en la valorización del patrimonio cultural determina importantes intervenciones de regeneración urbana del territorio, fuertemente vinculadas con una programación de inversiones en ‘infraestructuras culturales’ de servicio público (museos, bibliotecas, teatros, parques científicos, laboratorios creativos, ecc.) en grado de promover, animar y gestionar eficazmente las actividades culturales de la ciudad. Se trata, entonces, de innovar profundamente el tejido urbanístico recalificando, por ejemplo, áreas ex-industriales o planificando la creación de nuevos ‘presidios’ culturales en las periferias, destinándolos a centros de producción cultural y creativa, en grado de favorecer, entre otras, la cohesión y la integración social y el dialogo intercultural, con particular referencia a los jóvenes y a las fajas más desfavorecidas. En la experiencia italiana, emerge de manera significativa la de la Ciudad de Torino que, al final de los años Noventa, bajo la presión de una violenta crisis industrial del sector automotriz, emprendió con éxito un recorrido de reconversión productiva a través de la implementación de una planificación estratégica centrada en la cultura e en la economía del conocimiento.
En este modelo, los Poderes Locales participan en medida diferente, pero siempre mayoritaria, al patrimonio de las nuevas ‘fundaciones’ (que, entonces, mantienen su carácter público) reservándose tareas de dirección y de control pero asignando a ellas la programación y la gestión de una más calificada oferta cultural.
Un elemento-clave del éxito de los modelos gestiónales autónomos reside en la declinación de la visión estratégica en un commitment explicito, evaluable y que puede ser sometido a rendición de cuentas. En la distinción de los roles entre la esfera político-administrativa, de dirección, y la de gestión, tiene que ser explicitada la indicación de objetivos claros, definidos y que pueden ser medidos sobre los cuales la performance de la empresa cultural puede ser evaluada. ¡Obviamente, no hay que olvidar la finalidad primaria de la oferta cultural organizada por las instituciones públicas que no es ciertamente la del resultado económico! La cultura es, ante todo, un extraordinario vector de integración y cohesión social. Se trata, entonces, de individualizar parámetros cualitativos y cuantitativos que tengan juntas a las finalidades sociales y económicas de las inversiones culturales que rindan cuenta de la amplia gama de valores cualitativos y cuantitativos que derivan. Bajo este perfil los actuales indicadores de rendición de cuentas social no parecen aún adecuados a devolver eficazmente los resultados de las inversiones culturales.
En esta visión, la programación de nuevas inversiones publicas orientadas a la cultura y a la innovación, junto a la creación de nuevos ‘establecimientos’ culturales (nuevos sea desde el punto de vista del ‘contenedor’ que del ‘contenido’) tiene que ser acompañada por recursos financieros y profesionales adecuados a los objetivos estratégicos (desarrollo social y económico del territorio) asignados.
En particular, releva particularmente la introducción de criterios de management y accountability (alguien empieza a hablar de culturebility!) sofisticados y la creación de nuevos y calificados perfiles profesionales.
La evaluación de valores económicos cuantitativos y valores sociales cualitativos requiere, de todos modos, competencias científicas de elevado nivel que solo la investigación universitaria puede producir. Tales criterios de evaluación, tangibles e intangibles, en un momento de grave crisis de las finanzas publicas, serán siempre más relevantes para ‘negociar’ los recursos destinados a la cultura.
Lucrecia Vega Gramunt
Buenos Aires 15 de Agosto de 2011.
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